Seguimos con Leopoldo María Panero porque me apetece compartirlo con vosotros, y porque en sus versos me veo reflejado. Este poema se llama "La alucinación de una mano, o la esperanza póstuma y absurda en la caridad de la noche".
"Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos.
Y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro repetía en la noche
el eco de todos mis amores aplastados.
Y me asombró que alguien lamiese en las costras todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.
Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,
la amé sin atreverme a creerlo.
Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la vida,
como la paz que para nada sirve,
animándola a que día tras día lo tocase suavemente con su lengua,
repitiendo así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado."
vi todos mis amores derruidos.
Y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro repetía en la noche
el eco de todos mis amores aplastados.
Y me asombró que alguien lamiese en las costras todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.
Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,
la amé sin atreverme a creerlo.
Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la vida,
como la paz que para nada sirve,
animándola a que día tras día lo tocase suavemente con su lengua,
repitiendo así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado."
Extraído de su obra "Narciso en el acorde último de las flautas" (1979)
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